sábado, 29 de marzo de 2014

EN EL MADRID DE LAS LETRAS


El pasado viernes 21 de marzo un grupo de alumnos de 3º de ESO realizaron una salida cultural en la que visitaron el Madrid de las letras.
 A continuación, os presentamos la particular visión de la misma, de la mano de una de las alumnas que participó en ella. Esperamos que la disfrutéis.

EN EL MADRID DE LAS LETRAS


Caminando por las calles de Madrid, me encuentro. A mi alrededor la multitud se agrupo y sólo centramos nuestra atención en una sola persona. Mientras ella habla, observo , escucho y logro captar todas aquellas cosas que me rodean.
Madrid está triste, los rayos de sol se abren paso entre las densas nubes, sin embargo con gran dificultad logran alegrar la ciudad, una que otra vez encuentran una ventana en el cielo donde parecen ser libres.
Los coches y las personas son prácticamente iguales, hacen sonidos, parecen dirigirse como hojas muertas a un solo destino, no observo risas, solamente veo la seriedad, reflejada en mi cara, que la acabo de observar frente a un escaparate.
Después todo esto cambia, puedo hablar con mis compañeros, y reír, la salida cultural de aquella mañana empieza a mostrarme su lado más amable.
Entonces sobrepasando y alzadamente sobre la cabeza de la guía, veo la figura de Don Quijote y Sancho Panza, pero ellos no son los personajes que me interesan, sino su autor, de pronto veo a Cervantes con la seriedad enmarcada en su tez, con aspecto de gran señor, como el águila cuando vuela sobre el cielo mostrándonos a todos sus señorío. Me parece entonces apreciar tristeza en su rostro, más tarde entenderé. Después me encuentro en otra calle rodeada de mis compañeros, la guía continúa hablando con una sonrisa sincera. El sonido de sus palabras hace que aquella antigua imprenta cobre vida. De pronto veo gente corriendo por un lado y por el otro, vestidos de forma extraña para la mayoría, aunque para mí se me hace familiar. Tampoco puedo apreciar sonrisas, es todo trabajo y trabajo, entonces me pregunto “¿no ha cambiado la sociedad desde entonces?”. Por muchos avances que se hayan hecho, las personas no son más felices que entonces. Creen que nacieron para trabajar y que morirán después de haber realizado un duro trabajo durante su vida. Sin embargo en la calle me parece observar las familias más pobres, y me sorprende una, compuesta por un padre, una madre y su hija, el padre no está trabajando, y mi asombro es que ríen y juegan, “¿cómo pueden ser felices?” se preguntaría la mayoría, mientras que hermosos carruajes pasan, en ellos está montada gente de una buena posición económica y se dirigen hacia el cine Doré, o eso creo, porque de pronto desaparecen.
Frente a mí, un gran edificio. Parece ser de gran importancia aunque cientos de personas pasan junto a él, y si no fuera por dos circunferencias que tenemos en la parte superior de nuestra cara, chocarían continuamente y morirían sin saber que es allí donde se encuentran registrados grandes escritores. Sin embargo a mí esta iglesia no me llama la atención, suelen ser los lugares que más me gustan, y aunque hubiera sido la quinta maravilla mundial, no habría cambiado de opinión.
En las calles siguen pasando soldados, y gente de guerra entre ellos… no puedo creerlo, parece que veo de nuevo a Cervantes, pero me distraigo pensando en cómo se las apañaría Cadalso para poder sacar a su amada de aquella tumba que ahora era una floristería. Claro que teniendo en cuenta también que en un libro puedes realizar las mayores hazañas, ya que todos las creerán.
La plaza es muy bonita. Allí ya desaparecido se encontraba un corral de comedias, y decido entonces disfrutar un momento con mis amigos y dejar mis pies en mi época, por un momento.
Después encuentro a un montón de gente haciendo muecas de toda clase, normalmente huyen de personas con malformaciones, y allí parece encantarles, ser así por un momento, de todo esto disfruta Valle Inclán con ambición, y rápidamente no para de escribir, sobre los continuos sentimientos de la gente al verse desfigurados, al ver sus vestidos más grandes o pequeños, sus barbas retorcidas. A nuestro personaje parece que ya no le quedan más hojas y escribe y escribe sobre el aire, hasta que se da cuenta de mi presencia y me lleva a la calle Cervantes. Me cuenta lo divertido que es escribir sobre aquellas gentes, pero que sabe lastimosamente que aquello resultará algo monótono.
Cervantes está allí en su habitación, lo dijo la guía, bueno, ella dijo dónde se encontraba su vivienda, pero yo no lo encontré en la habitación escribiendo, sino pensando, no sé si soñando.
Después… eso sí que era bello, la casa de Lope de Vega, qué gran señor, él se encontraba observándonos desde una ventana. Al entrar en su jardín había niños correteando continuamente, eran las pocas sonrisas que había observado en aquel lugar. Los acompañé y vi cómo se subían a los naranjos, las gallinas no paraban de cacarear.
Al salir, Lope había bajado del último piso y se encontraba frente a la casa de Cervantes. Lo observaba con altivez, pese al desgastado y casi inofensivo Cervantes. En su mente pude observar dos ideas opuestas: la lástima que sentía, tras el secuestro al que había sido sometido Cervantes, y la envidia por su muy conocido Hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Después solamente vi cómo Góngora salía en aquella tarde lluviosa y fría de su antigua residencia, mientras una sonrisa maléfica salía de la cara de Quevedo. Me habría gustado intervenir. En esa época seguramente me habrían acusado de bruja o algo parecido.
En el Metro pensaba ya en todos los lugares y me llevaba el recuerdo de un Madrid totalmente entristecido, mostrando así la realidad de mi ciudad amada.
Y pensé: “alguna vez se despegarán las letras doradas que se encuentran en las calles, y subirán a sus autores, habiendo cumplido entonces el propósito por el cual fueron creadas”.
Damarys Rivera
3ºA ESO

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